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Lenguaje y Comunicación

LA NECESIDAD DE COMUNICACIÓN
Marzo 30, 2009 por Néstor Pereira
 

 

Imaginémonos por un momento al hombre primitivo en su medio ambiente, tratando de relacionarse con sus congéneres a través de gestos y movimientos de su cuerpo que imitan el comportamiento de la naturaleza. Adelantemos un poco el tiempo y podemos contemplar al ser humano pretendiendo hablar con sus semejantes y creando signos escritos para poder compartir sus vivencias con otros hombres. Pasemos la página y observemos distintos momentos en que el hombre pretende relacionarse: envía mensajes de humo, grita en lejanía, establece correos a través de relevos de postas, transmite mensajes en boca de los “haedos” en la época griega, que vienen a ser los mismos juglares en la Edad Media.

Modernamente, el hombre, tras el invento de la imprenta, ha proliferado una variedad de medios y formas para satisfacer su necesidad de relacionarse. Así, ha desarrollado medios de transporte masivo, ha puesto en funcionamiento la telegrafía, ha perfeccionado permanentemente la telefonía, ha lanzado al aire los medios radioeléctricos y televisivos, hasta llegar a la constitución de lo que hoy en día se concibe como “sociedad red”, debido al vertiginoso desarrollo de la informática con su valuarte la “Internet”.

Desde Aristóteles siempre se ha afirmado que el ser humano es un animal social, por lo que al correr del tiempo, el hombre ha buscado convivir con sus semejantes y con los otros seres que lo rodean en un proceso de interacción. Esta necesidad de relacionarse con los demás ha obligado al hombre a buscar y perfeccionar el proceso que se denomina comunicación.

En la vida cotidiana, el hombre invierte gran parte del tiempo emitiendo y recibiendo mensajes: una mirada, un gesto, el precio de un artículo, las señales de tráfico, la obra teatral o cinematográfica, las notas de prensa, las noticias en la radio, los programas de entretenimiento en la televisión, los mensajes de la publicidad. Todos estos los mensajes de la publicidad. radio, los programas de entretenimiento en la televisison actos de relación comunicativa en los que el lenguaje juega un importante papel como instrumento de comunicación. Desde el gemir de un niño ante la necesidad del cuidado materno, desde el saludo efusivo de un “hola” o un “buenos días” del vecino a la audición de una sinfonía acabada de Mozart o a la lectura del más complejo ensayo filosófico de Hegel, las posibilidades de comunicación varían en cantidad y grado. Son diferentes niveles de comunicación que tienden al logro de distintos objetivos, y que se manifiestan a través de diferentes formas de lenguaje.

En la Edad media, en el siglo XIII, San Buenaventura reconstruyó el sistema filosófico de Platón y puso especial ahinco en la parte relacionada con la verdad de los discursos, esencia del proceso de la comunicación, y así establece que la Gramática se ocupa de ordenar la expresión; la Retórica se esmera en ordenar la persuasión; y la Lógica actúa directamente sobre el orden de la instrucción.

Durante el Renacimiento, debemos avanzar hasta el siglo XVI para encontrar un nuevo enfoque del fenómeno comunicacional. Francis Bacon en el “Intelectual Globe”, tras una clara y expresa clasificación del mundo del conocimiento, se detiene en la Lógica, rama de la Ciencia del Hombre, que expresa la esencia y la forma del comunicar, o lo que es lo mismo, la ciencia del discurso que contiene el instrumento, el método y el adorno del discurso. Concibe Bacon, además, la Crítica y la Pedagogía como disciplinas complementarias de la ciencia de comunicar. 5Un siglo después de Bacon, D´alembert, al escribir el Discurso Preliminar de la “Enciclopedia o Diccionario Razonado de las Ciencias, las Artes y los Oficios”, dividió la Lógica en tres títulos: el arte de pensar, el arte de retener los pensamientos y el arte de comunicarlos. A su vez, el arte de comunicar los pensamientos lo expresó en cinco capítulos: la Gramática, la Retórica, la Crítica, la Pedagogía y la Filosofía. Al referirse a estas disciplinas, D´alembert decía:

 


 

La Ciencia de la Comunicación de las ideas no se limita a poner en orden esas ideas: debe enseñar a presentar cada idea de la manera más clara posible y, por consiguiente, a perfeccionar las señales destinadas a expresarlas. Al transmitir sus ideas, los hombres tratan también de transmitir sus pasiones y lo logran mediante la elocuencia. Hecha para hablar al sentimiento, como la Lógica y la Gramática hablan del espíritu, la elocuencia impone silencio a la razón misma, y los prodigios que obtiene rápidamente en las manos de un ser frente a una nación, son testimonio del más notable poder de un hombre sobre otro…

 

Podemos evidenciar en esta cita que comunicar no es sólo exponer las ideas y presentarlas de una manera diáfana, sino, al lado de éstas, transmitir los estados de ánimo, emociones, pasiones, sentimientos del ser humano.

A partir de la invención de la imprenta de tipos móviles, todo comenzó a cambiar en la teoría y en la práctica de las relaciones entre los hombres. Antes, en la Edad Media, el arte de relacionarse, de comunicarse, permitió que la Iglesia ungiera a los príncipes para gobernar en nombre de Dios y apuntalara su poder, a la par que estimulaba en los pueblos el espíritu de asociación que, a la larga, será la fuerza revolucionaria impulsadora de los cambios sociales que desarrollará la Edad Moderna. Sírvanos de referencia para mostrar las inquietudes sociales que se comunicaban en la época, este sermón del “cura loco de Kent”, Juan Ball:

 

Buena gente, las cosas nunca marcharán bien en Inglaterra mientras los bienes no sean comunes y mientras haya villanos y caballeros. ¿Por derecho de qué aquellos a quienes llamamos señores son gente de más valía que nosotros? ¿Con motivo de qué lo han merecido? ¿Por qué nos mantienen en servidumbre? Si todos venimos del mismo padre y madre, de Adán y Eva, ¿cómo pueden decir ni probar que son mejores que nosotros, si no es haciéndonos ganar para ellos con nuestro trabajo lo que ellos malgastan en su soberbia? Ellos visten de terciopelo y andan calientes en sus pieles y armiño, en tanto que nosotros nos cubrimos con harapos; ellos tienen vino y especies y buen pan fresco; nosotros tenemos penalidades y trabajo y lluvia y viento en los campos. Y, sin embargo, de nosotros y de nuestro sudor es de lo que sale la riqueza de esos hombres.

 

Tal como habíamos anotado anteriormente, a mediados del siglo XV se conocieron o se inventaron los tipos móviles para la prensa de imprimir, con lo que la manufactura del libro inició la difusión del conocimiento y la propagación de las ideas. Al finalizar ese mismo siglo, los portugueses abrieron la comunicación hacia la India, al encontrar una nueva ruta naval rodeando las costas de Africa, mientras que Cristóbal Colón hacía lo propio navegando hacia occidente para comunicarse con lo que sería América.

Ante este recorrido debemos destacar algo fundamental: el valor de la información se transformó; y es que la comunicación se puso al servicio de todos los grupos sociales. La comunicación escrita había sido hasta entonces esencialmente instrumento de príncipes, de la Iglesia y de ricos comerciantes porque podían pagarla. Con el advenimiento de la imprenta, se hizo con el tiempo, “fogli a mano”, mercancía vulgar al alcance de la gente del pueblo. Había sido comunicación de élites para élites, comenzaba a ser comunicación de masas. Había recogido las hazañas de señores, príncipes y reyes, las ideas y obras de filósofos y artistas merodeadores de las cortes. En adelante recogerá hazañas, ideas, obras, aspiraciones y hasta frustraciones de fuerzas colectivas que ya comenzaban a ser protagonistas de un mundo cuyos horizontes se extenderían con el tiempo. 

Desde los años de la Revolución Francesa, a la que podríamos llamar, glosando a Voltaire, el primer incendio social al que contribuía la prensa, hasta muy avanzado el siglo XX, las reflexiones sobre su presencia, su acción y sus efectos en la sociedad estuvieron dominados por actitudes idealistas, emocionales e ideológicas, moralizantes y demagógicas, denunciativas y halagüeñas. Actitudes referidas a la prensa, al cine, a la radio y a la televisión que conformaron un ingente complejo de comunicaciones al que se remitían todas las esperanzas por un mundo mejor y todos los denuestos por las dificultades para conseguirlo. En aquella época prístina de la imprenta (1467 – 1536) las expectativas sobre este medio de comunicación fueron expuestas por Erasmo de Rotterdam, al decir:

 

Cristo quiere que su secreto se difunda con la mayor amplitud posible. Yo querría que todas las mujeres leyeran los Evangelios y las epístolas de san Pablo y que se tradujeran a todas las lenguas para que escoceses, irlandeses, turcos y sarracenos pudieran leerlos y conocerlos… Que pueda el campesino cantar su versículo de las escrituras mientras ara y el tejedor en su telar canturrear algo de ella y acortar sus jornadas el viajero en sus historias.

 

Pero al mismo tiempo que se proclamaba el advenimiento de los medios de comunicación como expresión de progreso, símbolo de prestigio y e instrumentos de difusión de cultura, se los denunciaba por promover la inversión de los valores, por mediocrizar la cultura y enajenar al hombre de sus concretos y auténticos asuntos. Se declaró a los medios como vanguardia de las libertades democráticas y se los denunció por usar su enorme poder en beneficio de fines egoístas de los propietarios y no con miras al interés general de las colectividades. Se los bendijo como impulsadores del ascenso de masas y de la participación social y se les reprochó por oponerse a los cambios sociales y apuntalar el poder del dinero.  

Podríamos mediar entre unos y otros y establecer que el problema no está en los medios sino en el hombre, que los ha empleado para el bien y para el mal, para la libertad y para la esclavitud, para educar a los pueblos y para envilecerlos, para hacerlos enfrentar sus problemas en su tiempo y lugar y para alejarlos de ellos mediante el señuelo de las ficciones de la fantasía. Y, aún más, podríamos agregar que los medios de comunicación han resultado para el hombre y para la sociedad a manera de obra de aprendiz de brujo: creados por él, éste perdió su control hasta ser controlado por ellos.

 

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